Bueno, por aquí andamos de nuevo contando experiencias y llevando todas nuestras ilusiones a todos esos corazones aventureros que nos quieran seguir.
Fue el 9 de Enero de este año 2011 (hace ya unas semanitas) que teníamos "mono" de naturaleza y de perdernos de la civilización , llevábamos más de 2 meses deseando hacer algo pero entre fiestas, mal tiempo y trabajo no encontrábamos el momento. La semana anterior habíamos buscado alguna ruta divertida y diferente, no solo queríamos hacer cumbre y andar, queríamos que el ascenso fuera trepidante y nos apetecía sentir esa sensación de peligro, supongo que echábamos de menos las sensaciones de miedo y satisfacción del ascenso al Mulhacén.
Allá que nos plantamos en un pueblo de Málaga desde donde parte la ruta: Villanueva del Rosario. Nos fuimos a la pequeña ermita que hay justo a las afueras del pueblo y dejamos el coche alli aparcado. Este día Nico no vino porque la noche anterior había estado de fiesta de cumpleaños de un amigo y cuando nosotros estábamos saliendo de casa él casi estaba entrando, este Nico no se pierde una. Allí que se quedó un poco triste y fastidiado por no poder participiar.
Empezamos a andar (Rafa, Jessica y yo, María) por un caminito bien delimitado, tampoco había nadie por allí, hasta llegar al llano del Hondonero. Allí breve discusión sobre el rumbo a seguir: derecha o izquierda. No se veía nada, el día estaba nublado, hacía frío, y había una niebla tan baja que apenas veíamos las siluetas de las montañas. Más tarde supimos que habíamos tenido el Chamizo a nuestro lado pero ni lo habíamos visto. Al final decidimos ir a la izquierda y casi a regañadientes, porque no lo veíamos claro, llegamos al pie del Chamizo. ¡Habíamos vuelto a tener buena suerte! Así que le echamos valor y empezamos a subir. Una cueva justo a media altura de la montaña era al menos nuestra meta ese día porque ya habíamos descartado hacer cumbre, arriba no se veía nada con tanta niebla y era un pedregal muy peligroso y resbaladizo.
Empezamos a subir, Jessi iba emocionada, parecía una cabrilla loca y Rafa iba tranquilo y con ganas de aventura. Yo, en cambio, iba algo más intranquila porque el camino era de todo menos camino, piedras y más piedras, resbalalizas y traicioneras y, conforme íbamos ganando altura más grande era la caída... Tras un resbalón que me hizo pegar un costillazo contra el suelo empecé a pensar en dejarlo pero estos dos locos que íban conmigo sólo decían "un poco más, la cueva está justo detrás de esa piedra". Llegó un momento que yo ni hablaba, para mí era muy peligroso y no íbamos ni a disfrutar ni de las vistas. Así que decidimos en un último tramo que era casi imposible de subir en esas condiciones y nos dimos la vuelta. Algo desanimados de vuelta al coche el camino se hizo muy largo, empezó a llover y llegamos empapados. Nos alegramos de haber tomado una buena decisión y a tiempo, esa lluvia subiendo esa montaña podría haber sido fatal. Así que de camino a casa ya en el coche decidimos que la semana próxima repetiríamos ya con Nico si el tiempo acompañaba.
Próximo reto: ¡¡¡hacer cumbre!!!
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