16 de Enero de 2011, ¡¡¡hoy sí!!!
Hacía un día espléndido y soleado, la temperatura ideal y estábamos los cuatro locos... A las 9 ya habíamos dejado el coche, esta vez algo más cerca de la montaña, justo al lado de una explanada muy verde. Empezamos a andar, veíamos perfectamente el perfil de la montaña y la cueva que no pudimos alcanzar la semana anterior.
Era el gran día.
Para Nico era la primera vez que estaba allí, creo que le encantó tanto como a nosotros, luego lo demostró, íba siempre el primero abriendo camino.
Empezamos a subir, el camino estaba seco pero verde y precioso, una combinación de tonalidades grises y verdes que captaban nuestra atención y que no olvidaremos jamás. Ya conocíamos el primer tramo gracias al intento de la semana anterior, así que era mucho más fácil, hoy si que estábamos disfrutando a tope (y lo que nos quedaba). Subimos desde la izquierda de la cara norte ganado altura poco a poco hasta llegar a la cueva, hoy los pies se agarraban al suelo de forma bestial, íbamos superseguros y no se nos iba la sonrisa de la cara en ningún momento. Trepando como cabras, dando saltos de una piedra a otra, usando tanto brazos como piernas para no caer usando algunas técnicas de escalada, porque aunque una escalada sencilla no dejaba de ser eso.
Aquí algunas fotillos del primer tramo hacia la cueva.
Una vez llegados a la cueva hicimos un descansito para disfrutarla y beber algo. ¡¡Había hasta colchones dentro!! Cómo está la gente...
Había que continuar, quedaba lo mejor... Seguimos hacia arriba, nos dejamos guiar por las piedras, íbamos como locos saltando, trepando y destrepando y al final pienso que creamos una ruta nueva, más emocionante, por el lateral derecho donde no había camino ni sendero. A Jessica empezó a dolerle un tobillo pero la campeona con los pequeños descansos se iba creciendo.
Ya en este lado pudimos ver la cara sur de la montaña y empezamos a tener unas vistas impagables y maravillosas.
Continuamos esta loca pero trepidante subida, aún no se veía el punto geodésico, claro, estaba justo en la otra esquina y ahora quedaba la parte más atrevida: crestear toda la montaña hasta llegar al vértice. Dando saltos y sin dejar de usar los 4 miembros de nuestro cuerpo, había que sujetarse de pies y manos para no caer, arriba soplaba mucho aire y se podía perder el equilibrio. Hicimos algún destrepe de vértigo, en plan "arrastraculos"...
Ya avistábamos el vértice geodésico al fondo, yo corría y corría, deseaba tocarlo y parame a disfrutar de las vistas, sentir que había alcanzado el punto más alto y sentir esa soledad ahí arriba... Corrimos hasta que llegamos... Fue genial. Detrás de mí Rafa y más tarde Jessi y Nico (la pobre Jessi llevaba el pie algo chungo).
Y ya aquí solo mirar, sentir, disfrutar... y echar fotos y más fotos, era un recuerdo para no olvidar, aunque en nuestras retinas y nuestros corazones permanece grabado y lo estará para siempre.
NOSOTROS...
Como podeis ver en este vídeo nos encontramos con la compañía de lo que parecían buitres, fue genial tenerlos tan cerca.
Buscamos un sitio donde no pegara tanto el aire para picotear algo y reponer fuerzas, había que saborear la cumbre todo cuanto fuera posible...
...Y en cuanto hubimos recuperado el aliento y la energía nos dispusimos a comenzar el descenso, y como queríamos recorrer y bajar al coche por la ladera que había justo detrás buscamos una nueva rutita por la cara sur, era solo ir saltando piedras y más piedras hasta que pisamos suelo firme, o casi...
Fuimos bajando ya con los pies mucho más descansados por un terreno almohadillado, o era la sensación tras haber pisado tanta piedra, y el paisaje que habíamos visto de lejos se iba haciendo presente cada vez más cerca. Tuve la sensación de estar en otro planeta, o al menos en otro pais, sentía que era como un sueño de tan bonito que era aquel sitio. Además el sol y la temperatura, la compañía y la ilusión que llevábamos lo hizo mucho más especial.
En ese inmenso valle verde rodeado de grandes montañas buscamos un sitio para nuestro almuerzo: unos bocatas de un pan exquisito y crujiente con aceite de oliva y jamón serrano, ¡¡nos supieron a gloria!! Hubo tiempo para tumbarnos, cerrar los ojos unos minutos y oir el silencio de aquel paraje...
Al terminar nuestro pequeño descanso nos levantamos y nos decidimos a continuar, había que atravesar el pequeño valle donde había un grupo de vacas con unos cuernos muy afilados... Conforme nos íbamos acercando las vacas nos miraban fíjamente, las muy puñeteras tenían una mirada algo inquisidora, puede ser que solo fuera curiosidad por estos personajes que habían aparecido de la nada en su terreno, pero la cuestión es que nos echamos a correr y acabamos haciendo más largo de lo que era el camino porque lo atravesamos por encima de un montículo de piedras, todo por alejarnos de esos cuernos.
Ya aquí empezó la improvisación, hasta ahora veíamos el camino desde la distancia y sabíamos por dónde avanzar, en cuanto salimos del valle de las "vaquitas" ya fue bajar a ciegas sin saber lo que nos esperaba, teníamos cierta idea de por donde bajaríamos pero sin saber los obstáculos que nos iríamos encontrando.
Al final todo salió a pedir de boca, bajamos y cruzamos una alambrada en la que habia una especie de puerta, la cruzamos y seguimos bajando por un paraje sombrío. Luego tuvimos que atravesar de nuevo la alambrada para dejarla a nuestra izquierda y volver a salir un poco
más adelante por otra puertecita. Ya sólo quedaba bajar, al fondo se veía un llano verde precioso...
Y con la gracia del momento y la incertidumbre de saber dónde íbamos a salir, le comenté a Nico mientras nos reíamos: "Nico, ¿te imaginas que ahora salimos de aquí y nos encontramos delante nuestra el cochecito esperándonos con las puertas abiertas?"
Hasta aquí nuestra experiencia de hoy, final feliz y esperando la próxima, seguramente MAROMA.